sábado, 26 de septiembre de 2015

NAHELE NIDAWI: CAPITULO II




Pasó mucho tiempo, antes de que volviera a hablar con nadie, me culpaba a mí misma por ser demasiado pequeña para haber salvado a mi madre, a los demás por no haber llegado antes y evitar la muerte de ambos, a mis propios padres por haber sido descuidados…

Me convertí en una Kaldorei flacucha, poco habladora y demasiado gruñona. Criada por una de las amigas de mi madre, una druida, tan silenciosa como yo…  algo estricta en apariencia pero tan dulce como un pastelillo de melaza, en el fondo.

Ella no se dio por vencida cuando el resto lo hizo, a pesar de no hablarle, de intentar ignorarla, de mis malos modales… Aiyanna solo me sonreía y me susurraba: “Cuando estés preparada para hablar, lo primero que harás será pedirme disculpas”.

Ella al igual que yo, prefería pasear sola por el bosque. Fue quien me enseñó que hasta las criaturas más pequeñas, pueden ser fascinantes. Me hablaba de su juventud, de sus estudios, me enseñaba a seguir las huellas de los pequeños cervatos por caminos que solo horadaban los animales salvajes, me mostró lo cariñosos que pueden ser los oseznos, y lo que puede llegar a picar el mordisco de una hormiga… Son momentos que atesoraré siempre, y, me temo que nunca le di las gracias lo suficiente.

Fui creciendo a su vera, siempre bajo su atenta mirada, pero dejándome la libertad que necesitaba para encontrar la forma de perdonarme a mi misma.

De la misma forma que Aiyanna me enseñaba a reconocer los rastros de los animalillos en el bosque, otros me enseñaron a blandir una espada, a apuntar con mi arco... a sobrevivir.

Años más tarde, cuando cumplí los veinte años, me sorprendió como siempre trayéndome pastelillos de arándanos y frambuesa, mis favoritos. Sonrió como siempre besándome en la frente.

- Buenos días mi niña, ¡Felicidades! Ya eres un año mas vieja… y sigues sin soltar prenda, no me entiendas mal pero a veces me gustaría saber si los pastelillos tienen la proporción de azúcar correcta, y esas cosas.

Sonrió mirándome como siempre con calma, sus cabellos de una tonalidad azulado azabache, estaban perfectamente trenzados, esta vez adornados con siemprevivas moradas.

Recuerdo que la miré y bajé la vista a mis pastelillos que había empezado a comer con glotonería, y suspirando… hablé por fín tras diez años de silencio sepulcral, y tenía razón, mis primeras palabras fueron:

-  Lo siento Aiyanna…

Recuerdo su expresión, entre sorpresa y alegría, recuerdo que se acercó a mi con movimientos agiles casi felinos, como siempre hacia… y extendiendo una mano acarició mi mejilla.

-  Gracias a ti hija…

Ese día fue especial, no solo porque se tomo su tiempo cepillando mi melena, y trenzándola con pequeñas flores y plumas multicolores, sino que me habló de su juventud, de su vida en Darnassus, de su viaje a Claro de la Luna para seguir sus enseñanzas y llegar a convertirse en la druida que era ahora. Fue un largo día, ella hablaba y yo le preguntaba, al principio tímidamente, luego empecé a hablar con mas libertad y fui yo la que tomó la palabra… ella me escuchaba en silencio, mientras yo por fin, hablaba libremente de mis sentimientos, de mis miedos, de mi vergüenza al no poder salvar a mis padres.

Recuerdo que estaba sentada, mientras una ardilla comía de mi mano, sintiendo las lágrimas que se deslizaban por mis mejillas y mi voz titubeante confesaba la razón de mi angustia.

- No … pude hacer nada Aiyanna, simplemente… fui testigo de su muerte. Si no me hubiera quedado escondida bajo la cama como una niña pequeña, si hubiera podido aprender a enarbolar una espada… si no hubiera sido tan estúpida… quizás podría haberles salvado.

Niña, dime… ¿le pides a un polluelo sin plumas volar? ¿Acaso le pides a un lobezno que cace a un ciervo?- la miré negando – Entonces, como pretendes que una niña… pueda actuar como un centinela. Hiciste lo que pudiste, ayudaste a tu madre, atravesaste a ese Orco… y le diste los minutos que necesitaba para despedirse de ti. Eras una niña, que apenas podía con la espada de tu padre… Demostraste a tu madre, que eras fuerte, te vio antes de morir. Es triste, pero no podemos retroceder al pasado para cambiarlo a nuestro antojo. Debes aprender a ver las cosas con perspectiva. Todo en este mundo es un constante cambio, la vida y la muerte es un ciclo natural. Unas veces, resulta algo abrupto… desgarrador, pero no podemos negarnos ante los cambios, sino que debemos aprender de ellos y seguir adelante.

- Pero… ¿como voy a sentirme mejor?... Ellos están muertos y yo sigo viva.

- Y cada dia que vivas, les honrarás, para que se sientan orgullosos de la hija que criaron. No te menosprecies Nahele, a veces, dar un paso atrás y observar en silencio, aprender de los demás es lo mejor que podemos hacer hasta que llegado el momento reluzcamos con luz propia. Y entonces querida niña, honrarás su recuerdo con cada uno de tus actos.

La respuesta me dejo sin aliento, al menos durante un momento… después baje la mirada a la ardilla y sonreí, al comprender, que por más que quisiera, no podía dar marcha atrás, era hora de dejar de culparme y mirar al frente. Hora de encontrar mi camino y hacer que su sacrificio, sirviera para algo.

Desde ese día, poco a poco fui volviendo a abrir mi corazón, empapándome de las enseñanzas de Aiyanna, descubrí que tenía un don especial para cuidar y sanar a los animales. Y bajo su tutela, aprendí a canalizar las energías que me rodeaban para sanar…  comprendí que ese iba a ser mi camino.

Pasaron muchos años bajo su atenta mirada, mostrándome como templar mi mente en busca del equilibrio necesario para usar las energías que percibía a mi alrededor, para sanar y reverdecer lo marchito y finalmente llegó el momento…

Una mañana me desperté como siempre, disfrutando de las caricias del sol en mi rostro. Me levanté y la vi allí, sentada a los pies de mi cama, irradiaba felicidad y orgullo.

- Buenos días, mi niña… hoy tengo algo especial para ti.

- Uhm… buenos días…-ahogué un bostezo y le sonreí- ¿más pastelillos?

- No, hoy viajaremos a Claro de la Luna. Donde serás puesta a prueba y reconocerás el don que tienes, allí aprenderás a usarlo y a controlarlo.

 -¿Qué? ¡No! No quiero dejarte… quiero aprender a tu lado…- ella negó sonriendo.

 -No mi niña… no tengo más que enseñarte. Tienes que escoger tu propio camino.

Asentí de mala gana, preparándome para el viaje, nunca hasta ese momento me había planteado dejar mi hogar, el miedo a lo que me esperaba... a no resultar digna se mezclaba con la ilusión por conocer el Claro de Luna del que tanto había oído hablar a Aiyanna.

No voy a escribir los pormenores, solo… que en ese viaje me di cuenta de que Aiyanna había entrado a formar parte de mi vida y me había dado muchísimo más de lo que yo podría devolverle, aunque me prometí algún día hacerlo, sería la mejor estudiante para que se sintiera orgullosa… que inocente llegaba a ser.


Licencia de Creative Commons
Nahele Nidawi: Capitulo II by Nissa Audun is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Miedo al fracaso.

Una vez mas me siento ante el ordenador, aprieto el botón de encendido y espero pacientemente hasta que es operativo. Entonces busc...