martes, 22 de septiembre de 2015

NAHELE NIDAWI: CAPITULO I


Nací hace algo más de trescientos años en nuestra adorada Astranaar. Apenas recuerdo retazos de esa época… más bien son sensaciones, como las luces del alba que entraban por el lateral de nuestra casa árbol, el recuerdo de una dulce voz que me cantaba una nana, y que deduzco que pertenecía a mi madre, el olor de los libros que estudiaba mi padre, el rasgar de la pluma sobre el papiro…

Tuve una infancia privilegiada, rodeada de los atentos cuidados de mi madre y las sabias enseñanzas de mi padre, me sentía especial dado que éramos pocos niños y siempre recibíamos la atención de nuestros vecinos Kaldorei.

Las imágenes hace tiempo que dejaron de ser nítidas, pero recuerdo algunas caras sonrientes de las centinelas que guardaban los límites de la ciudad, los aprendices de druida que no dudaban en convertirse en hermosos felinos para jugar con nosotros al escondite, incluso recuerdo a uno especialmente tranquilo que nos observaba desde la distancia.

Eran tiempos felices en que poco más que tenía que hacer que jugar con mis amigos, y aprender a respetar nuestro entorno, cuidarlo… Desde la más pequeña de las flores hasta la más hermosa criatura, era objeto de una lección. Porque a pesar de nuestra inocencia, éramos conscientes de los peligros que nos acechaban más allá de la linde de la ciudad.

Pero no todo era una paz idílica, los orcos… esos sangrientos guerreros hacían incursiones en la ciudad tratando de arrebatárnosla para mayor gloria de la Horda.

Recuerdo los gritos de alarma, esconderme bajo la cama mientras Greynlar, la pantera de mi madre se acurrucaba a mi vera para protegerme. Yo era pequeña pero quería participar, ser como mi madre una valiente centinela… o como mi padre, valiente y elegante con la espada…

Sí, quise ser muchas cosas de pequeña, incluso me plantee ser cronista de las grandes gestas de mis amigos, tales eran nuestros sueños.

Pero pasaron los años y recibí la primera herida que marcó el final de mi inocencia. En una de las incursiones mi madre sufrió cruentas heridas y tuve que enfrentarme al dolor de su muerte.
Es uno de los pocos días que permanecen nítidos en mi memoria.

Todo comenzó como siempre, con las señales de alarma de los vigías, mi madre recogiendo su arco y ordenándome permanecer escondida, mi padre tomando sus espadas y saliendo tras ella con rapidez… Y tras un largo intervalo de tiempo, en que los rugidos de esas bestias se superponían a las órdenes de mis compatriotas, aferrada aún a Greynlar como siempre, supe que algo iba mal. La enorme pantera empezó a temblar y creí ver angustia en su mirada animal. Sin mediar palabra desobedecí por primera vez a mi madre y salí de mi escondite temerosa de lo que mi corazón percibía y mi mente se negaba a creer.

Corrí como tantas otras veces había hecho en el bosque a la vera de Greynlar y entonces los ví… y mis piernas no fueron capaces de dar un paso… Mi padre, se defendía de la feroz envestida de dos orcos armados con grandes hachas, aún hoy pienso en la macabra danza que observaba… mi padre, de movimientos rápidos y elegantes atacaba y bloqueaba con rapidez, en contraposición a los salvajes y devastadores golpes de esas bestias de piel verdosa.

No entendía por qué no huía si estaba en desigualdad numérica, viendo que cada golpe de ambos orcos le hacia retroceder, pues sus pesadas hachas caían una y otra vez sobre su espada… hasta que la vi.

Mi madre, con sus cabellos como la madreselva esparcidos sobre el ensangrentado suelo, se movía lentamente, arrastrándose de espaldas mientras de su torso lleno de sangre escapaban regueros carmesíes, una mueca de dolor cruzaba su pálido semblante mientras observaba la refriega… fue su grito el que me hizo mirar hacia donde peleaba mi padre, a tiempo de ver caer su cabeza separada de su cuerpo… Fue extraño porque en ese momento parece que el mundo se sumiera en silencio… vi como su desmadejado cuerpo caía al suelo, mientras sus amadas espadas se resbalaban de sus manos inertes, creo que pude escuchar aunque fuera imposible por la distancia el momento exacto en que su cuerpo chocó con el suelo… No podía moverme, no podía pensar… hasta que una sombra cruzó mi visión apartando la vista de tan cruento espectáculo.

Mi madre se arrastraba mientras esas dos criaturas avanzaban hacia ella entre risas salvajes, y Greynlar… se abalanzaba a la carrera hacia ellos. En ese momento sentí la ira manando de lo más profundo de mi alma, el dolor, la pena, la confusión pasaron a segundo término y ciega al mundo centre mi mirada en la espada de mi padre, olvidada sobre el césped.

Corrí como alma que lleva el diablo y empuñé su espada, mientras el mundo volvía a resonar atormentándome, me giré al oir las palabras de mi madre, valiente hasta el final no quiso darle el placer a esa bestia de verla llorar. Era una centinela, no acostumbran a pedir clemencia. Vi que Greynlar entretenía a una de esas bestias y silenciosa corrí hacia el otro, que en esos momentos alzaba el hacha sobre el cuerpo desprotegido de mi madre.

Dejé de lado mi raciocinio y tan sólo actué, corri hacia esa cosa sin emitir sonido alguno y ayudándome de ambas manos alcé la espada que atravesó su espalda… aún me soprende lo fácil que fue sentir como la hoja penetraba la carne, el leve impacto en el hueso y el grito de mi madre al verme, pero fui estúpida… pensar que iba a matar a uno de ellos, con una estocada… eso deja clara mi inocencia.

El orco bramó y se giró rápidamente tirándome al suelo, su hacha calló a escasos centímetros de mi cabeza, fallando por gracia divina supongo… debería estar muerta pero… en su lugar vi como el orco me miraba sorprendido, su mano dejó caer el hacha mientras su cuerpo daba un traspié hacia mi… me arrastre asustada apartándome de el mientras caía.

Tardé unos segundos en entender que las flechas que asomaban de su espalda y cuello eran las causantes de su muerte, vi por el rabillo del ojo como una centinela disparaba una andanada de flechas sobre el otro orco, que terminó cayendo herido de muerte. Greynlar… estaba a su vera, con el vientre destrozado de un hachazo. Sus ojos vidriosos me miraban, muertos pero abrasándome el alma…

Y fue cuando giré la vista hacia mi madre, ¿por qué está tan quieta?... recuerdo haberme acercado primero a cuatro patas, después a la carrera  dejándome caer a su lado, cojo su rostro entre mis manos apoyándola con suavidad en mi regazo. Algunas gotas de lluvia caen sobre su frente… tardo algo de tiempo en darme cuenta de que son mis lágrimas. Ella parpadea y me mira esbozando una mueca de sorpresa, el dolor y la pena inundan su mirada y sólo acierta a decir mi nombre en un resuello… antes de exhalar su último aliento. No sé cuánto tiempo permanecí mirándola a los ojos, el tiempo no era importante, nada lo era… me sentí vacía… a mi alrededor notaba presencias que iban y venían, pero no me importaba, enemigo o amigo… que más daba… no me quedaba nada…

Alguien poso sus manos en mis hombros y vi como otra mano cerraba con delicadeza los ojos de mi madre, fue eso… lo que me hizo saltar… grité y pateé a quienes se acercaban, ¡nadie podía tocarla! ¡¡¡Es mi madre!!! ¡¡Apartaos!!!...

Me hice un ovillo envolviendo a mi madre entre mis brazos, tratando de mantenerla cerca… pero poco a poco sentía como su familiar calidez abandonaba su cuerpo. Alce la mirada mientras un grito desgarraba mi garganta, y al mirar en torno falta de aire… los vi. A mis amigos… a mis compatriotas, en círculo a mi alrededor, algunos lloraban en silencio, otros simplemente mantenían adustos sus rostros… pero todos y cada uno de ellos me miraban…


No recuerdo más de entonces… creo que me desmayé o bien me dejaron noqueada, lo cierto es que después de aquello, tardé mucho tiempo en volver a pronunciar palabra. 



Licencia de Creative Commons
Nahele Nidawi: Capitulo I by Nissa Audun is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Miedo al fracaso.

Una vez mas me siento ante el ordenador, aprieto el botón de encendido y espero pacientemente hasta que es operativo. Entonces busc...