jueves, 13 de febrero de 2014

EL JUGLAR DE LA MUERTE


"Desde que le hicieran el encargo se había dejado caer cada noche por esa taberna, donde imperaba el aroma de mar y whisky.

Había comprobado el trasiego de mercaderes, marineros, y algún que otro sujeto sospechoso, pero nada le había interesado más que ese joven de cabellos oscuros, y pronta sonrisa. Observando sus atractivos rasgos y su fuerte cuerpo, había aprendido a descubrir el hombre que se ocultaba tras la fachada sonriente del juglar.

Había sido testigo de sus amores, sus trifulcas… sus hermosas baladas y satíricas melodías, su cálida voz resonando contra las paredes de madera encendiendo las mejillas de damas y despertando envidias en hombres por igual.

Y debajo de todo ello, percibió más de una vez una mirada llena de hastío, una mueca de desprecio al inclinarse ante un gran señor y su dama, el brillo desafiante de sus ojos cuando se enfrentaba sin miedo a una pelea en desigualdad de condiciones.

Por más que le divirtiera observarle, tenía un trabajo entre manos, suspirando se acercó silenciosa a la barra donde el hombre lisonjeaba a un par de muchachas ruborizadas, con estudiada indiferencia dejó caer un par de doradas sobre la barra apoyándose indolente en ella.

El hombre susurró a las dulces damiselas con una voz cargada de promesas y volvió su atención hacia ella, un brillo de reconocimiento iluminó brevemente su mirada.

- Buenas noches, ¿qué desea?- la mujer le observo brevemente antes de esbozar una media sonrisa entornando sus delicados párpados.

- Muchas cosas… pero me conformaré con uno de tus famosos cócteles, he viajado desde lejos para probarlos.

- Uhm… mi fama me precede, pero eso me deja en inferioridad de condiciones…- le sonrió de manera pícara antes de inclinarse hacia ella y susurrarle de tal manera que creyó sentir sus suaves palabras acariciarle la piel- Vos me conocéis, pero desconozco vuestro nombre...

- Podéis llamarme… - inclinándose hacia él le susurró quedamente al oído el nombre por el que era conocida lo que provocó una mueca de diversión en el curtido rostro del juglar.

Ella dejó escapar una breve risa, tras lo que siguió un juego de seducción, dobles sentidos y por último una breve conversación al amor de la oscuridad. Llegados a este punto, mientras sus miradas se acariciaban en silenciosa armonía, la mujer extendió una tímida mano acariciando los dedos del hombre, rompiendo el silencio con una petición.

- ¿Me cantarías en privado?...- el juglar sonrió cogiendo su guitarra y acariciando sus cuerdas arrancó unas breves notas como arrancaba gemidos a sus conquistas, ella sonrió incorporándose con delicadeza, rodeando la mesa hasta ponerse a sus espaldas… rozándole apenas con la yema de los dedos antes de dirigirse a las escaleras que conducían a la planta alta de la taberna, donde tenía alquilada una habitación. Sin esperar a escuchar sus pasos, la mujer se deslizó bamboleando con coquetería sus caderas, abriendo la puerta se introdujo a la espera del juglar.

Instantes después su silueta oscureció la entrada, mirando en torno brevemente, suspicaz; al no encontrar nada extraño, cerró la puerta tras de sí sonriendo pícaramente, depositó la guitarra en la silla con delicadeza y sin mediar palabra se acercó a la dama agarrándola con firmeza y cubriendo sus temblorosos labios con los propios en un prolongado y apasionado beso.

Tras esto ella sonrió apartándose de él lentamente… con estudiada lentitud desabrochó el corsé del vestido, dejando que este se deslizara por su cuerpo hasta el suelo…

Haciendo lo propio aunque sin tanta gracia, el hombre se desnudó cogiéndola en brazos y entre risas y el suave chasquido de los besos introducirse entre las sábanas.

Más tarde, mientras el hombre fumaba un cigarro con la joven apoyada sobre su pecho, la muchacha temblorosa alzó la mirada.

- ¿Aún seguís sin saber quién soy?...- él bajo la mirada hacia ella extrañado, tantas mujeres habían pasado por sus brazos que cómo recordar a todas, pero algo en esa mirada del color del acero despertó un quedo recuerdo. Frunciendo levemente el ceño apartó el brazo de su espalda mientras dejaba que ella se incorporara, bajo su mirada apenada sintió la urgencia de agarrar su pistola de chispa pero… se habia confiado dejándola en la entrada, bajo el montón de ropas.

Súbitamente sintió una ráfaga de aire y un súbito dolor anidó en su pecho, bajando la mirada descubrió confundido como nacía una flor carmesí sobre su pecho, alzando la mirada vio la fina aguja en la mano de la muchacha, absorto contempló como una lánguida gota de sangre pendía de su punta… cayendo con un rumor sordo sobre su piel.

La joven comenzó a deslizarse por la cama, pero antes de que pudiera apartarse bastante, el hombre rugió transformando su rugido de rabia en un aullido aterrador, el impacto la mandó volando por la habitación hasta golpear su espalda contra la pared de enfrente.

Tosiendo y algo mareada sintió una garra alzándola del cuello, trató de agarrarla pero un nuevo impacto contra la pared le vació el aire de los pulmones que empezaron a arder por la falta de aire. Su mirada anegada de lágrimas se encontró con los fieros ojos de un animal salvaje que respiraba agitadamente, sus fauces chascaron a milímetros de su cara antes de aflojar la presión de su garra dejando que cayera al suelo.

Entre toses y jadeos, observó como la bestia trastabillaba hacia atrás, temblando sus músculos mientras volvía a su forma humana, entonces el sonido mas escalofriante que había escuchado en su vida inundo la habitación. Lo que confundió con estertores se transformó en una fría risa irónica.

Alzó la mirada hacia la del hombre que presionando la herida de su corazón la observaba apasionadamente.

- ¡Oh Muerte! Al fin dejas ver tu dulce rostro, bajo tu angélical aspecto, escondida en su interior la sierpe con corazón tan negro como ala de cuervo… al fin oíste mi lamento y con tus dulces besos diste descanso a mi tormento…- una fuerte tos quebró la voz del hombre que tras mirarla un instante se dejó caer de espaldas sobre el lecho.

La muchacha se arrastró como pudo hacia la caída figura y con delicadeza acunó su rostro entre sus manos, sollozando mientras la vida escapaba de su víctima. Él sonrió y alzo su mano ensangrentada hacia ella, le acarició la mejilla y susurro sus postreras palabras.

- No llores dulce ángel de oscuridad, pues no podría haber tenido mejor encuentro con mi muerte que viendo vuestro dulce rostro… amada mía… Hela… mi amor… al fin nos encontramos… - ella sonrió quedamente inclinándose para escuchar sus últimas palabras y besar sus labios por última vez, sintió un profundo dolor recorrerle el cuerpo pero aguantando el dolor besó sus por largo tiempo ansiados labios dejando que su último aliento muriera en sus labios.

Al incorporarse acarició por última vez el rostro de su amado y con un gemido aparto la mano que empuñaba la daga de su estómago, apretándose la herida se acercó a la mesa de donde sacó un comunicador, arrastró sus pies hacia la cama acostándose con un gañido al lado del cuerpo del juglar, conectó el aparato y cuando escuchó la grave voz habló entre susurros.

- El trabajo… está hecho… Lionhel Duvard está muerto…- escucho levemente antes de continuar- Sí, me dio un mensaje para ti… dijo que… Hoy podías matarle… pero él viviría para siempre en tus pesadillas… - soltó una risa antes de dejar caer el comunicador, con un último suspiro se acurruco al lado de su amado y con una media sonrisa esperó la dulce muerte al lado de su víctima."


La figura dejó la pluma a un lado, mientras releía el relato, una solitaria lágrima se deslizó por su mejilla antes de musitar un hechizo sobre el libro, una rosa negra se entrelazó con las postreras palabras creando un intrincado dibujo. Una vez satisfecha la mujer cerró el libro, pasando una temblorosa mano sobre su cubierta, al instante unas rubricadas palabras de color plateado emergieron de la oscuridad de su tomo: "Lionhel Duvard, Juglar de la Muerte"


- No hiciste caso de mis advertencias... mi amor... consguiste que te mataran, y al hacerlo... has condenado mi oscuro corazón... duerme el sueño de la muerte mi vida... hasta que volvamos a vernos.-


Una vez dicho esto, la mujer se levantó tomando el libro y apretandolo contra su pecho, observando a través de la ventana el oscuro paisaje del Bosque entre nieblas, mientras sus claros ojos ambarinos se tornaban enrojecidos a causa de las molestas lágrimas, pues de todos es sabido que Erzsebeth Báthory no muestra sus sentimientos.


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1 comentario:

Miedo al fracaso.

Una vez mas me siento ante el ordenador, aprieto el botón de encendido y espero pacientemente hasta que es operativo. Entonces busc...