Una extraña música resuena en mis oídos,
acordes misteriosos embriagan mis sentidos,
sonidos de flautas, cítaras y clarines
traen recuerdos de épocas inmemoriales.
Éstos son los sonidos de mi pueblo,
los cantos de un pueblo de guerreros.
En mi alma una nueva luz brilla,
la fuerza de mis antepasados me eleva,
la voz de los guerreros me da vida.
Soy la voz del viento en la montaña,
la risa de las aguas en las cascadas,
el llanto de la lluvia sobre la pradera,
soy las llamas de la Vida Eterna.
Hoy soy consciente de mi verdadero ser,
soy hija del sufrimiento y el dolor,
soy hija de la leyenda y la alegría,
por mi sangre fluye la historia
de aquellas olvidadas guerras,
por mi sangre fluye la de las madres
de aquellas valientes familias,
por mi sangre fluye la sangre...
¡de aquellos inolvidables días!
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Aún tengo los pelos de punta.
ResponderEliminarMuchas veces leo poesía porque abre algún tipo de puerta dentro de mí que me conduce a contemplar y sentir aquello más profundo que guardo muy dentro. Y, sin duda, en ese interior que cobijo, resuenan los tambores de épocas pasadas en la sangre que he heredado.
No hay nada que enaltezca más a los hombres que el recuerdo y honra de sus ancestros; y este poema ha alimentado el ardor que tengo en el corazón y que en muchos, tristemente, ha quedado como meros rescoldos olvidados bajo siglos de cenizas.
No sabría describir exactamente lo que he sentido al leerlo, pero sí puedo afirmar que me ha emocionado. Sobre todo, la mención a las madres, cuna y salvaguarda del futuro de nuestras familias.
Sigues acertando a abrir esa puerta de la que hablo, y por eso soy incapaz de leerte sin comentar lo que producen en mí tus versos. Sobre todo, también, para agradecerlos.
Solo puedo decir una cosa:
ResponderEliminarCojones, que grande es esta tía...