miércoles, 18 de octubre de 2017

Invisible




"Miercoles 16 Octubre 2017

Estoy enferma... desde hace mucho. Soy consciente de ello y parece que los síntomas están empeorando así que no creo que aguante mucho mas.

¿Desde cuando sufro esta enfermedad? Creo que desde niña, aunque a medida que ha pasado el tiempo se ha ido agravando, supongo que no he sido plenamente consciente de ello hasta que se ha hecho demasiado evidente.

¿Qué tipo de enfermedad padezco? Es muy sencillo... me estoy desvaneciendo. Pensaréis que estoy loca y no es así, se de lo que estoy hablando y si lo estoy escribiendo es porque tengo miedo de desaparecer del todo, porque ya lo he visto antes... no soy la única que está desapareciendo, he visto muchos mas casos. Esta es mi última esperanza, unas pobres lineas escritas en un viejo diario, el único que aún hoy me escucha.

Todo empieza con una palabra que no escuchan, con esa sensación de que debes hablar en un tono demasiado bajo y como eres tímida te da apuro hablar a pleno pulmón, o simplemente cuando se ríen porque tienes que repetir las cosas varias veces para que te presten atención, sigue por esa sensación de intentar contar algo y que te pisen la conversación, acallando tu voz o simplemente cambiando de tema dejándote con la palabra en la boca. 

Sigue con frases como "Habla cuando tengas algo inteligente que decir"; "Podrás hablar cuando seas mayor/tengas pareja/trabajes/tengas hijos"; "Es que lo que dices es una tonteria"; "Siempre das vueltas sobre lo mismo" 

Continúa cuando te corrigen mientras hablas, cuando te dicen que mejor lo explica fulanito o menganito porque tu lías mucho las cosas...

¿Cuántas veces lo he escuchado? ¿Cuantas veces he bajado la voz hasta convertirse en un susurro mientras he mirado a otro lado convencida de que era mejor callarme? ¿cuantas veces por educación, me he callado para no estar dos personas hablando al mismo tiempo?¿cuántas veces me he sentido excluida de las conversaciones? En todas tengo una única respuesta: Demasiadas veces.

No sé cuando empecé a desvanecerme, pero sí se cuando comprendí que lo estaba haciendo... es fácil darse cuenta cuando te miras en el espejo y por un instante te ves trasparente... ¡estaba viendo la cortina de la ducha a través de mi cuerpo!.

Ese día me asusté mucho, llamé a mis amigas buscando que viniera alguna porque tenía miedo de lo que me estaba pasando, pero todas estaban muy ocupadas. Mis hermanos tenían sus propios problemas con sus respectivas familias y mi padres estaban fuera de viaje. 

Tuve que bajar a una cafetería y sentarme en la barra a tomarme un café para poder sentirme algo reconfortada, ese día comprendí que no iba a recuperarme de esta enfermedad.

Y así he seguido... semana tras semana permanezco más tiempo trasparente, traslúcida... a veces cojo una taza y no se donde empieza esta y donde mi mano porque no la veo. He dejado el trabajo, no salgo de casa, no contesto llamadas ya, tampoco es que me haya llamado alguien... ni siquiera veo mis lágrimas ya, no puedo escuchar mi voz cuando hablo... soy poco más que un fantasma que de vez en cuando vuelve a su forma corpórea... Es ahora cuando me doy cuenta de lo estúpida que he sido... pero ya no hay vuelta atrás. 

Así que si lees esto... y te está pasando como a mí, ¡Lucha! ¡Lucha antes de que sea tarde! ¡No dejes que acallen tu voz! ¡Grita!... pero sobre todo no bajes la cabeza y aceptes lo que te impongan... no seas como yo..."

He transcrito las palabras del pequeño diario que encontrado bajo el suelo del armario del piso que he alquilado, al parecer la anterior propietaria desapareció sin dejar rastro, aún no tengo claro de si se trata de una broma de mal gusto del casero, o si mi hermano ha vuelto a hacer de las suyas. 

Mañana investigaré un poco más, hoy creo que es hora de dormir.

La muchacha observó lo escrito en la pantalla del ordenador asintiendo para sí, la novela iba bien encaminada y si bien era cierto que había encontrado el diario debajo de una tabla suelta en el armario, tal y como había escrito, no creía ni una palabra. Suspirando guardo el documento y apago el ordenador, era hora de dormir, al dia siguiente tenia que levantarse temprano para ir a trabajar.

Con gesto cansado se dirigió hacia el baño, pero un ruido la hizo quedarse muy quieta. 

El click característico del botón del ordenador, la CPU arrancando... el sonido de las teclas... Lentamente se giró para gritar al descubrir unas palabras escritas en la pantalla: "SIGO AQUI"


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 [Ilustracion: Vanishing Girls by Emi Haze]

jueves, 12 de octubre de 2017

El último paso


La muchacha observó el campamento lleno de soldados desde lo alto de la almena del castillo, aún dolorida por las heridas recibidas. Parecía que estaba maldita en más de un sentido, puesto que de las batallas en las que había participado ni una vez volvió indemne; no obstante se alegraba de ello, quizás no pudiera proteger a los demás con su fuerza pero si la respuesta a sus plegarias era recibir las heridas en vez de sus compañeros, bienvenidas eran; después de todo, el resto tenía más motivos para vivir que ella.

Su mirada vagó distinguiendo las figuras conocidas del Lord comandante y su valiente esposa, ambos dignos de admiración y es que no había nada que más levantara el ánimo de los soldados que ver tanto al Lord Comandante como a su esposa luchando a su lado. Y vaya si luchaban, el Lord Comandante siempre iba en vanguardia seguido de sus hombres, y en cuanto a Lady Ferrobravo, verla embutida en su armadura de placas con la espada en alto cargando contra los enemigos era una de las imágenes más aterradoras de su vida. Sobre todo pensando en que hacía poco que había dado a Luz y aún estaba reponiéndose de sus heridas.

Y el Conde no se quedaba atrás, a pesar de sus años dirigía las tropas con mano de hierro, siendo el mejor estratega del campamento.

Suspiró bajando la mirada a sus manos, puesto que se sentía inútil, no hacía nada a derechas, ¿Acaso la Luz la había abandonado?

A veces las buenas intenciones no bastan. He cometido errores en mi vida pero como este nunca... ¡Santa Luz perdóname!

¿Cómo puede una guiar a los demás en el camino a la Sagrada Luz si he vuelto a perder el mío? Las sombras me envuelven de nuevo.

Lo he intentado, lo juro. Pero el peso de mi pecado me corroe por dentro, ¿cómo puede decirme que la Luz me perdonara, si yo no me perdono?

A veces me levanto en la oscuridad de la noche para pasear por los fríos pasillos del castillo, mis manos acariciando la helada piedra de sus muros, hasta llegar a lo alto de las almenas. Solo entonces me detengo, observando el paisaje a mi alrededor y me pregunto mirando al suelo si me daría tiempo de arrepentirme si dejara que mis pies avanzaran hacia el vacío, tan solo un poco más...

Hoy he vuelto a tener esos pensamientos oscuros... he vuelto a cortarme otro mechón de cabello por cada uno de ellos. Es mi forma de cumplir con mi condena. No es bastante y no encuentro con quien hablar de ello... a veces me siento tan sola…

Sin mirar atrás bajo las escaleras a la carrera, hasta salir por las puertas dejando atrás todo, pues no siento más que la necesidad de alejarme de tanto dolor y oscuridad.

Lo he vuelto a hacer... he salido huyendo y en el camino he perdido de nuevo mi hogar, mis amigos, la Luz... Ante mí solo veo un camino que se interna aún más en la oscuridad, cada paso que doy parece ir en la dirección incorrecta, estoy perdida.

Nadie se ha dado cuenta de mi marcha, tal y como he vivido entre ellos así me he ido, en silencio y sin llamar la atención... A pesar de que las lágrimas empañan mi visión me encamino hacia el último refugio que me queda en este momento, la abadía, no miro atrás.

Han pasado varios días y no encuentro más que soledad, mi mentor ha muerto y el resto no son más que extraños rostros entre las sombras, silenciosos como mi llanto desesperado.

Nadie ha venido a buscarme... tenía razón, al igual que la Luz... mis amigos... ¡no!, rectifico: mis compañeros me han dado la espalda.

Recorro los pasillos de la fría abadía apenas escuchando los ecos de las palabras de mi mentor, la única persona que sabía mis secretos... no me queda nada. Ni familia, ni hogar, ni amigos, ni fe...

La oscuridad me envuelve mientras un pensamiento cobra fuerza en mi mente: quizás debería haber muerto con el resto de mi familia. Mis pasos nuevamente me guían hasta la más alta torre de la abadía, donde me pregunto si tendré el valor de hacer lo único que me liberará.

¡Santa Luz perdóname! ¡Mis manos están manchadas de sangre inocente y no encuentro manera de redimirme!

Atemorizada doy un paso tras otro, subiéndome a las piedras de la almena, mis dedos acariciando las hojas de las hiedras que cubren la fachada de la abadía, sollozo horrorizada por la decisión que he tomado... pero si ya estoy condenada por quitar una vida inocente, que más da... mi alma esta condenada, pero no aguanto más esta soledad que me embarga, este sentimiento angustioso... esta maldición que me consume...

Mis lagrimas humedecen mis palmas, ya no me queda nada... solo el peso de mi pecado... alzo la vista hacia las estrellas una ultima vez mientras hago lo único valiente en mi vida... doy el último paso...

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Y de las sombras, surgió la Luz.


Paseó la mirada por las dependencias, dejando su mochila a un lado y el maletín con su equipo médico al otro. Inspiró hondo antes de sentarse en una silla, en su nuevo hogar.

Había recorrido un largo camino hasta llegar a ese momento, había sufrido, luchado, perdido y renacido. Y tras la entrevista esa noche con el Lord Comandante, todos los sentimientos enclaustrados en un rincón de su mente volvieron de golpe, oleada tras oleada de recuerdos sepultados salieron cobrando forma en dos silenciosas lágrimas que tímidamente recorrieron sus mejillas hasta sus manos crispadas.

Inspiró hondo tratando de tranquilizarse, pero ahora, una vez abierta la compuerta, ¿cómo volver a cerrarla?

Sollozando revivió los recuerdos de su niñez, jugando con los hijas del herrero Yvegrin y su encantadora esposa Georgina, Rosemund y Alexia. Juntas se metieron en algún que otro lio por sus travesuras, en un mundo protegido por la gran muralla que rodeaba Gilneas, ajenos a los problemas de sus vecinos. 

Recordó cuando su madre Askani, la empezó a instruir reconociendo las hierbas con propiedades medicinales, tratándolas para secarlas o preparando las cataplasmas y unguentos con que trataba las heridas de sus vecinos. 

Más tarde empezó a ayudar a su padre, Eldric, con las operaciones más graves, como el dia que el viejo Rourkan se seccionó el pie al cortarse con el hacha mientras cortaba leña, nunca le habia dado miedo la sangre y quizás por ello sus padres confiaban en que seguiría su vocación como médica. 

Recordó los nervios y la alegría cuando le dijo a sus padres que iba a seguir el camino del sacerdocio, y como el viejo padre la habia tomado bajo su tutela, explicándole el camino de la Luz, enseñandole a ver el mundo desde una perspectiva mucho más templada que como lo habia visto hasta ese momento.

Y entonces, cuando todo parecía que encajaba en su lugar, ocurrió. La noche en que todo se convirtió en caos, cuando las llamas empezaron a devorar la hasta ahora pacifica ciudad, cuando los gritos de sus vecinos y la guardia alertaban sobre un ataque, y como corrieron ella y sus padres a tratar a los heridos, quienes parecían víctimas de una bestia salvaje. Las lágrimas dejaron paso a un sollozo desgarrador cuando revivió el momento en que tras perder de vista a sus padres en el caos de la noche, volvió sobre sus pasos a su casa para encontrarla en llamas mientras los gritos desgarradores de su madre salían de esta, recordaba los brazos del herrero sujetandola mientras gritaba el nombre de su madre tratando de ir con ella, de salvarla mientras se quemaba viva.

Y después recordó como corrieron perseguidos por oscuras criaturas, de fauces sedientas de sangre, el profundo dolor que recorrió su pierna cuando uno de ellos la mordió alzandola del suelo como si de una muñeca se tratara, recordó el pavor, esos ojos brillantes y la inconsciencia. 

Los días tras eso eran confusos, recordaba haber caminado sola por los bosques, aullando con una voz que no era suya, horrorizada por su nueva forma irracional hasta que la acorralaron para despertarse mas tarde, entre gritos de angustia.

Intentó tranquilizarse recordando los buenos momentos vividos, como buscó refugio en la Luz, buscando una manera de sobreponerse y seguir adelante y como poco a poco descendió inexorablemente a la locura, negando esa parte de si misma que consideraba un monstruo y que a la vez escapaba a su control.

Fueron tiempos dificiles en que llego a renunciar a sus creencias, puesto que ¿cómo podía una maldita ser sierva de la Luz?

Tan solo una persona supo ver tras sus ojos cansados y su vida errabunda. Thausam, el calmado druida huargen que la encontró sucia y desnutrida andando como una bestia por los bosques, el que supo ver que tras ese gruñido susurrante se escondia un llanto. El hombre que la llevó hasta Darnassus, ayudandola a pasar el ritual que calmaria su bestia interior. Y quien le daría fuerzas para recobrar su fe.

No había pasado tanto tiempo, apenas 4 años desde que retomara el control de su vida, y decidiera ayudar a quienes mas lo necesitaban, recorriendo los caminos como curandera errante, llevando un atisbo de Luz a aquellos más necesitados hasta encontrarse con sus compatriotas. 

Gilneanos que asentados en los bosques de Elwynn que rodeaban la ciudad, soñaban con recuperar una ciudad ahora en las manos podridas de los no muertos.

En un principio su necesidad de estar con su gente, la impulsó a alojarse con ellos pero pronto entendió que algo se habia roto irremediablemente en su interior. No le esperaba nada en las antaño familiares calles de su tierra patria, tan solo los recuerdos de un doloroso final. 

Angustiada volvió a los caminos hasta que sus pasos dieron con la abadia de Villanorte, donde permaneció dos años alejada del mundo, estudiando comprometida con su firme decisión de ordenarse como sacerdotisa.

Más su viejo mentor, quizás la conociera más que a ella misma, puesto que la invitó a que fuera a Ventormenta, a conocer el mundo que habia apartado.

Y fue allí donde estuvo trabajando, por la voluntad de quienes necesitaban su ayuda, hasta que llegó a sus oídos la existencia de la Casa Landcaster. 

Inspirando profundamente intentó recomponerse, todo lo que había vivido la habia fortalecido más de lo que muchos veían a simple vista. 

No era solo una joven desvalida en busca de un hogar, de un sitio donde al fin sintiera que pertenecía a algo. No, era una mujer que estaba cansada de deambular de un sitio a otro y que esperaba hacer algo digno antes de reunirse con sus ancestros.

Su vida la había enseñado a hablar poco, y observar y a mantener viva la esperanza. Se limpió las lágrimas y cerró los ojos un momento calmandose, para posteriormente dirigirse a por sus cosas para colocarlas en el armario. 

Tras esto, abrió el dispensario ocupándose en hacer un pequeño inventario de las medicinas que allí se guardaban, hecho esto sonrió levemente.

Porque hasta de la más oscura sombra, puede surgir la Luz.


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Y de las sombras, surgió la Luz by Nissa Audun está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.

Al otro lado: la condena del inmortal




Estoy sola flotando en la tranquilidad, disfrutando de la sensación del agua helada sobre mi piel.

Abro los ojos y no percibo más que oscuridad a mi alrededor y eso me tranquiliza. Antes me daba miedo, imaginaba que había monstruos bajo las aguas, pero hace mucho que he aprendido que los verdaderos monstruos están sobre ellas.

Lentamente me dejo mecer por la corriente, con mi cabello arremolinándose a mi alrededor como si de una mata de algas se tratara. Sonrío dejando escapar unas burbujas de aire entre mis labios entreabiertos.

Pasados unos minutos los pulmones me empiezan a arder y los brazos me pesan. Miro hacia la luz que rompe contra la superficie del agua y por un instante siento la necesidad de luchar, pero el peso tirante de la cadena atada a mis pies me devuelve a la realidad.

Ahí viene:la oleada de angustia, los sentimientos de culpa, las lágrimas que se disuelven en el agua que me abraza. Intento luchar, arañar las cadenas tirar de mis pies intentando soltarme, pero todo es inútil, me ahogo lenta y angustiosamente.

Un último pensamiento:la inmortalidad no es tan dulce como pensaba...

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Dulce Final



Observó silencioso los movimientos bulliciosos de la pequeña, sus chillidos infantiles le trepanaban los oídos pero extrañamente los adoraba.

Hubo un tiempo en que sólo escuchaba el sonido de las jaulas, los griteríos azuzando a sus compañeros en el combate, un tiempo en que se levantaba deseando que fuera el último día, un tiempo en que sus heridas le dejaban postrado de dolor, famélico y sediento.

Entonces ocurrió, pensó que ese día sería el más feliz de su vida, ahora era consciente de su suerte. Estaba agradecido a sus salvadores, aquellos que entraron en el infierno para sacarle de las garras de la muerte, atender sus heridas y darle algo que nunca había disfrutado: un poco de cariño.

Estaba muy cansado, la dura vida que había llevado como perro de peleas había hecho mella en su salud, era consciente de ello. Pero no tenía miedo, pues ahora, tras conocer a su familia era el perro más feliz del mundo, había aprendido lo que era amar y ser amado.

Observó a la pequeña hasta que su vista se nubló, dormitando en el calor de la tarde, libre de miedos al fin.



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De cazador a presa


Observó escondida entre los árboles las extrañas figuras que caminaban con pasos inseguros por el bosque, nunca antes había visto criaturas como aquellas. Su instinto la conminaba a salir corriendo, sabía que si se acercaban más podrían olfatearla y entonces sería su perdición.

Pero por otro lado, un miedo atenazante paralizaba sus músculos, miró a su alrededor buscando una ruta de escape pero estaba atrapada.

Entonces sucedió, los ojos sin vida volvieron la vista hacia ella, un gruñido amenazador surgió de su garganta destrozada mientras sus brazos carcomidos se alzaban arañando el aire.

Presa del pánico salió de su escondite y corrió entre los árboles, buscando perder a esas incansables criaturas, tenía que encontrar un riachuelo para perder su rastro tal y como su madre le había enseñado siendo pequeña.

Un único pensamiento cruzaba su mente: ¡¡CORRE!!

Los zombies la perseguían, sin tregua, mientras sus zarpas arañaban la tierra en una carrera loca por la supervivencia, tan sólo escuchaba el latido de su corazón retumbando en sus oídos.

La cazadora, se había convertido en presa.


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Miedo al fracaso.

Una vez mas me siento ante el ordenador, aprieto el botón de encendido y espero pacientemente hasta que es operativo. Entonces busc...